Inmersión 14
Listening Practice 14
Perder el control
-
Así que... te estás analizando.
-
¡Pues sí! Llevo cinco meses en análisis.
-
Y... ¿qué tal?
-
Bueno... No es fácil de explicar. El un trabajo difícil sobre uno mismo.
¿Cuántas
sesiones haces por semana?
-
Dos.
-
Bueno, ya me irás contando.
- ¿
Y qué...? ¿Cómo va la fusión entre tu Banco y el Banco Transoceánico?
-
No se sabe nada. Sólo se sabe que estaban en negociaciones.
-
¿Estaban?
-
Estaban y...se supone que aún están.
-
Y, ¿cuándo se sabrá algo?
-
Cuando el trato esté cerrado.
-
Bueno, lo importante es que se conserven todos los puestos de trabajo.
-
Hola Quique, tienes muy buen aspecto, mucho mejor que la última vez te vi.
-
Hola Pepe. Sí, no me extraña. La última vez que me viste, estaba en plena
ruptura con Araceli.
-
Bueno, chico, es que esas cosas siempre son dolorosas.
-
Dolorosas, largas, complicadas..., y además desgastan mucho.
-
¿Cómo habéis quedado?
-
Hombre, nos saludamos, pero nada más. Eso de quedar como amigos, le pasa a
otros, nosotros no hemos sabido hacerlo.
-
Deja pasar el tiempo, y todo se calmará.
-
Hola, quería comentarte que mañana se ha convocado reunión urgente.
-
¿Mañana? Pero mañana salgo de viaje. Tengo una entrevista con un cliente
importante, en Valladolid.
- Pues
llámale y dale otra fecha. El jefe ha dicho que no puede faltar nadie.
-
Hombre, podían haber avisado antes. ¿Desde cuándo se sabía?
-
No, no, se ha avisado esta mañana. Parece que hay problemas graves que hay que
resolver deprisa. Te llegaré el email en unos minutos.
-
Bueeeno, voy ahora mismo a cambiar mi agenda.
-
Le he dicho la verdad, y lo que todo el mundo pensaba de él y nadie se atrevía
a decirle.
-
Sí, que es un mal compañero y un pelota.
-
Hombre, es que a un sujeto así, hay que decirle las verdades a la cara.
-
Se lo merecía desde hacía tiempo, tienes razón.
-
Tenías razón respecto a Luisa. Es una chismosa.
-
¿Lo ves? Ya te lo decía yo. ¿Qué ha pasado?
-
Pues no va y le dice a Ricardo que si vendrá a la fiesta que doy el sábado,
sabiendo que yo lo había invitado, ¡la so muy bruja!
-
Es una metomentodo. No se puede confiar en ella.
-
Hacía tiempo que quería enseñarte mi casa.
-
Felicidades, Romina, es muy maja y la tienes muy bien decorada.
-
¡Uf! Me ha costado dos años, entre dar la entrada, ir comprando los muebles,..
en fin, todo.
-
Bueno, poco a poco, pero ya tienes un espacio propio y a tu gusto.
-
Quería desearte lo mejor en tu nueva etapa en Estados Unidos.
-
¡Ah! Pero... ¿ya sabes lo de la beca?
-
Claro, la noticia ha corrido como un reguero de pólvora.
-
Bueno, pues gracias por tus buenos deseos. Yo también espero que haya sido un
acierto aceptar.
-
Claro que sí. ¡Ah! Quería decirte, también, que si necesitas a alguien que te
lleve las maletas...¡Aquí estoy yo!
-
¡Caramba! Veo que a ti también te hubiera gustado esta oportunidad.
-
¿Y qué pasó finalmente entre Amaya y tú?
-
En primer lugar, ¿sabes lo de Luis?
-
Luis, el antiguo novio de Amaya. Es quien se metió en medio.
-
¿Qué dices? ¿Pero no eras tú el que no lo veía claro?
- A
ver, primero fui yo, pero yo sólo planteaba un tiempo de reflexión para...
-
Pero ¿no lo habíais dejado?
-
Espera, espera, déjame hilvanar el hilo de la historia, que es muy complicada.
-
Bueno, a ver, explícame con detalle qué es lo que ha pasado entre Ricardo y
Silvia.
-
Es que no lo sé muy bien. Ricardo me ha dado su versión y Silvia, la suya, que
no se parece en nada a la de Ricardo.
-
Va, cuenta, que me muero de impaciencia.
- A
ver si puedo. Es un poco difícil hilvanar los hilos de esta historia.
-
Bueno, y de lo que hablábamos el otro día, ¿qué?
-
Pues no sé, es complicado.
-
Bueno, sólo tienes que decirme si nos asociamos en el negocio, o no.
-
Hombre, no es tan simple. A ver si puedo explicarte todos los obstáculos que yo
veo. No es fácil volver a hilvanar el hilo de todo lo que salió el otro día.
-
La verdad es que no sé por dónde empezar.
-
Empieza por el principio.
-
Es que me cuesta hilvanar el hilo de la historia otra vez. Cada vez que lo
retomo, se me hace más difícil hablarlo.
-
¿Quieres decir que te estás planteando cambiar radicalmente de vida?
-
Sí, justo eso quería decir.
-
¿Y tu casa? ¿Y tu trabajo? ¿Y tus amigos?
-
Cuando se toca fondo en una crisis, hay que adoptar soluciones radicales.
-
Pero, vamos a ver, ¿qué quieres decir con "salir del armario"?
-
Pues justamente lo que he dicho. Que ya es hora de "salir del
armario".
-
¿Has meditado bien un paso así?
-
Llevo veinte años meditándolo. Es el momento de dar el paso.
-
Justo eso que acabas de decir es lo que necesito.
-
¿Qué acabo de decir?
-
Que podría tomarme unas vacaciones yo solo y pensar en todo este lío, alejado
de todo y de todos.
-
¡Ah! Pues era tan sólo una forma de hablar, pero... me alegro de que la idea te
sea útil.
-
Así que mañana te vas de vacaciones a Nueva Zelanda.
-
Sí señor. Dos semanas enteritas.
-
¡Jo, tío! Tienes un montaje de vida envidiable.
-
Bueno, tiene sus pros y sus contras, como todo.
-
Sí, pero esta libertad para ir donde quieres, cuando quieres y con quien
quieres, da mucha envidia.
-
Yo creo que todo el mundo puede montárselo igual. Se trata de aceptar unas
cosas y renunciar a otras.
-
Pero, vamos a ver, ¿tú, cómo te lo montas tan bien?
-
¿Por qué lo dices?
-
Primero, vacaciones; después, el curso de pintura; ahora, el Pilates después
del trabajo; todos lo miércoles, de cena con el grupo de colegas...
-
Bueno, busco hacer lo que me gusta.
-
Ya, ya,... ¡menudo montaje! ¡La buena vida, que te encanta!
-
Si te empeñas...
-
Tío, ¿qué te pasa? Pareces un ánima en pena, todo el día con la mirada perdida,
con cara de místico, distraído...,
-
Es que...
-
¡Venga! ¡Suéltalo ya!
-
Pues que me he enamorado como un colegial. Se trata de mi compañera de oficina.
Hemos salido unas cuantas veces y...
-
Hombre, que enamorarse no es ponerse enfermo. Se supone que es algo alegre.
-
Es alegre, pero también te tiene sometido, esclavo.
-
Huy, huy, huy,... te veo muy trascendental.
-
Pero ¿cómo que estás saliendo con Boris?
-
¡Pues lo que oyes! Que nos hemos enamorado como adolescentes.
-
¡Menuda sorpresa!
- Mira,
chica, cosas que pasan.
-
¡Qué contento se te ve!
-
¿Sí? No me extraña. Esta tarde tengo una cita con Adela y estoy contando los
minutos que faltan para encontrarme con ella.
-
¡Caray! Si que te ha dado fuerte...
-
¡Como a un colegial! Me he enamorado como un tonto.
-
Bueno, Adela ya te gustaba en el Instituto.
-
Pues por eso. Llevo tanto tiempo deseándolo, que me parece imposible que haya
llegado el momento.
-
Felicidades, tío, me alegro por ti.
-
¿Sabes que han ascendido a Bruno?
-
¿A Bruno? Pero si Bruno...
-
Sí, ya sé, ya sé, no ha hecho ningún mérito para ser ascendido, ¿no?
-
Jolín, en esta empresa, los ascensos son como una ruleta rusa.
-
Sí, una ruleta rusa... de amigos del jefe.
-
¡Jolines! Estoy hasta el gorro de cocinar yo. Quedamos en que tú cocinabas tres
días a la semana, y yo, otros tres.
-
Es que no he podido llegar antes, lo siento.
-
Cada noche, una excusa diferente. Ya no cuela.
-
Te prometo que la cosa va a cambiar.
-
Vale. Empieza a cambiar mañana.
-
Vale, pues si tú te pones mi jersey rojo, yo me pongo tus tejanos nuevos.
-
¡Jopé! ¡Qué abusona! Que aún no los he estrenado.
-
¡Aaaah! Yo te dejo, tú me dejas.
-
¡Jo, mamá! No puedo llegar a las 12. A las 12 es cuando empieza la marcha.
-
Ni jo, ni ja. A las 12, en casa. Tienes 16 años, y no puedes estar por ahí de
madrugada.
-
Los padres de las otras chicas las dejan hasta más tarde.
-
Lo que hagan los otros padres, es cosa suya.
-
¡Jobá, mami! No hay derecho.
-
Mira, mira cómo viene vestido Jorge.
-
¡Atiza! Con traje, corbata roja y zapatos de charol negro.
-
¡Madre mía! Parece un árbol de navidad.
-
Ja ja ja... ¡es un cursi!
-
¿Sabes que me dijo Sergio el otro día?
-
No, ¿qué?
-
Que yo era como un prado lleno de flores y que mis ojos parecían estrellas.
-
Ja ja ja... un poco cursi, ¿no?
-
¡Pobre Sergio! Es que es un poco cursi. Dice cosas de los años cincuenta y
siempre busca palabras muy raras cuando quiere decirte algo agradable.
-
Pero hija, ¿por qué no te pones ese gorro tan bonito que tienes, con el frío
que hace?
-
Pues porque es una cursilada, mamá.
-
¿Una cursilada, por qué?
-
Espera, que me lo pongo...,mmmm, mira, ya está, ¿lo ves? Parezco una de esas
pijas cursis que se ponen este tipo de cosas, ¡fuera!
-
Bueno, hija, como quieras, pero a mí me parecía que te estaba perfecto.
-
¿Qué? ¿Cuándo te vas a decidir a salir con Fernando de una vez?
-
No lo sé, María, me aterran los compromisos.
-
No lo entiendo, ¿por qué?
-
Por muchas cosas: por si la relación no funciona, por si sale mal, por si sufro
otra vez,...
- Pero
Dora, con esos argumentos, no puedes aspirar a vivir en pareja.
-
Necesito tiempo.
-
¿Cuánto tiempo lleváis saliendo juntos?
-
Dos años.
-
¡Madre mía! ¡Cómo pasa el tiempo!
-
Sí, parece que fue ayer cuando me presentaste a José María.
-
Y,,,¿qué planes tenéis?
-
Pues...nos estamos planteando irnos a vivir juntos.
-
¡Enhorabuena, Sara!
-
Cuando Cristina y yo lo dejamos, creí que me moría.
-
Sí, ya me acuerdo, te lo pasaste fatal.
-
¡Y tan fatal! Como que estuve seis meses sin levantar cabeza.
-
Bueno, pero ahora volvéis a salir juntos. Increíble, ¿no?
-
Sí, yo casi no puedo creerlo. Es como un sueño.
-
¿Que lo habéis dejado? Pero...,¿cómo ha sido?
-
No lo sé muy bien, pero creo que con sus viajes, pasábamos demasiado tiempo
separados.
-
¿Y es definitivo?
-
Ahora sí. Después de estos meses, yo creo que ya no tiene solución.
-
¡Qué pena! ¡Con lo bien que se os veía juntos!
-
Sí, se nos veía bien, pero no lo estábamos.
-
¿Qué te ha pasado, Paco? Me dijeron que no estabas bien.
-
¿Bien? Estoy hecho polvo, chico.
-
¿Por el accidente?
-
Por todo un poco. Primero, el accidente, las operaciones, la rehabilitación.
y... cuando empiezo a salir a flote, Marta me deja.
-
¡Jolín, tío! No me extraña que estés hecho polvo.
-
Lo siento, hombre, ya sé que has suspendido las oposiciones.
-
Sí, suspendido, pero por segunda vez.
-
Bueno, no te preocupes, a la tercera va la vencida.
-
Si es que hay una tercera vez, que no lo sé, porque de momento estoy hecho
polvo.
-
Así que, tu padre se ha jubilado y te ha dejado la dirección de la empresa.
-
Pues sí. He tenido que tomar las riendas para que todo siguiera funcionando
como hasta ahora.
-
¿Y qué tal lo llevas?
-
Hombre, es un trabajo de doce horas diarias, pero creo que saldré adelante.
-
Seguro que te adaptarás bien. Es una empresa muy grande, pero tú ya llevas
mucho aprendido de tu padre.
-
¿Cómo te va con Pedro?
-
No me va, lo hemos dejado.
-
¿Qué dices! ¿Qué ha pasado?
-
Pedro se ponía celoso por todo, se enfadaba por todo, yo ya no quería estar con
él..., en fin, la relación se nos había ido de las manos.
-
¡Caray! Suena grave todo eso.
-
Sí, pero yo estoy bien, he vuelto a tomar el control de mi propia vida y sólo
por eso, ha valido la pena.
-
¡Vaya! No creí que la ruptura fuera tan en serio.
-
Totalmente en serio. Definitiva.
-
¿Y no podrías tú negociar con la otra empresa?
-
Ni hablar, yo ya no llevo las riendas de la negociación, recuerda que el jefe
quiso llevarlas él mismo.
-
Sí, pero no sabe hacerlo, no es diplomático.
-
Ya, pero, ¿qué quieres? Es el que manda y ha dicho que negocia él en persona.
* * *
Inmersión
14
Listening
Practice 14
Alice se confiesa
-
¿Has terminado el libro de Paul Auster que te dejé?
-
Perdona, pero aún no.
-
Es que Ana está esperando que lo acabes tú, para que se lo preste a ella.
-
El año pasado leía más, pero este año, entre el trabajo, la Universidad y las
excursiones, leo mucho menos.
-
Tranquilo, pero que sepas que hay cola.
-
Creo que en un par de semanas, lo
termino.
-
¡Hombre, qué bien! Por fin te apuntas a una fiesta. Hacía mucho tiempo que no
venías a una.
-
Es cierto, pero es que estaba hasta las cejas de trabajo.
-
¿También los fines de semana?
-
Los fines de semana me ponía al día con los trabajos de la Universidad.
-
¡Qué vida tan estresada!
- A
veces, hay que hacer un sprint final para sacar el trabajo adelante.
-
Vale, pero bienvenido a la vida normal.
-
¿Pero tú no salías con Carmen?
-
Salía.
-
¡Ah! es que como el otro día ibas con Lola de la mano...
-
Sí, iba, ¿y!
-
Hombre, nada, que no sabía que habías cambiado de pareja
-
Bueno, aún no lo había comentado con nadie.
-
¿Recuerdas que te expliqué que trabajaba para una compañía de exportación de
ropa?
-
Sí, claro, ¿ya no trabajas?
-
No, la compañía ha quebrado y me he quedado en la calle.
-
¿Qué dices? ¿Te han indemnizado, al menos?
-
¡Qué va! Los jefes están desaparecidos y los empleados, a la calle, y sin un
euro de compensación.
-
¡Cuánto sinvergüenza suelto!
-
¿Por qué no me explicabas el problema?
-
Porque me daba vergüenza.
-
Pero hombre, si estabas sin dinero, tienes que decírselo a los amigos.
-
Ya, pero no es fácil.
-
Venga, tío, tranquilo, ¿cuánto necesitas?
-
Quinientos euros, para el alquiler y comer este mes.
-
Toma, y no te preocupes, no los necesito a corto plazo.
-
En cuento consiga trabajo, te los devuelvo.
-
Lola me dijo que estabas con gripe.
-
Estaba y estoy. Ha sido una gripe de campeonato. Todavía no estoy del todo
bien.
-
¿Y por qué no te vacunas?
-
Porque tengo la sensación de que eso es para gente mayor.
- Y
para gente como tú, que se coge dos o tres gripes al año.
-
¿Sí?
-
¿Jaime? Hola, soy Patricia.
-
¡Qué casualidad! En este momento pensaba en ti.
-
¿Ah, sí? Y...¿por qué, si puede saberse?
-
Porque he visto anunciada la obra de teatro que querías ver y quería llamarte
para invitarte.
-
¡Esto sí que es casualidad! Yo te llamaba por lo mismo.
-
Pues... no se hable más. ¿Qué día te va bien?
-
El sábado me iría de maravilla.
-
Pues, hecho. ¿Quedamos a las cinco?
-
De acuerdo. En Canaletas. Iremos paseando al teatro.
-
¿Dónde te metes? Antes nos veíamos casi a diario, pero ahora, no te veo casi
nunca.
-
¿Recuerdas que te comenté que estaba haciendo un curso de informática por las
tardes?
-
Sí, ahora que lo dices, sí que me acuerdo.
-
Pues es que no tengo tiempo de quedarme después del trabajo. Salgo disparada
porque si no, llego tarde.
-
Bueno, si es por una buena razón, esperaremos mejores tiempos.
-
Claro, cuando acabe, volveremos a nuestros viejos hábitos.
-
Eso espero.
-
Estaba seguro que de hoy te vería
-
¿Por qué?
-
Porque todo el mundo viene a esta cafetería después de la reunión.
-
¡ah!
-
Es que quería hablar contigo desde hace tiempo.
-
¿Ah, sí? ¿De qué?
-
Bueno, he pensado que quizás te gustaría que saliésemos a cenar una noche.
-
¡Mmmm! ¡Vaya! Eso suena como si me estuvieras pidiendo una cita.
-
Te estoy pidiendo una cita.
-
¿Qué tal estás ahora? Llevabas unos días con aspecto de estar muy cansado.
- Y
lo estaba.
-
Y...¿cómo es eso?
-
Porque estoy preparando las oposiciones a juez y duermo pocas horas.
-
¿Y ya te has examinado?
-
No, aún no, todavía estoy preparándolas. Son el mes que viene.
-
Bueno, pues...¡suerte en el examen! Y...¡ánimo!, que ya falta poco.
-
Hola Paula. Qué ganas tenía de verte. No nos veíamos desde navidad.
-
Hola Carlos. Es verdad, hacía tiempo. Yo también tenía muchas ganas de verte.
¿Qué es de tu vida?
-
Bien, a punto de empezar mi nuevo trabajo. Y tú, ¿qué cuentas?
-
Vamos a tomar un café y nos explicamos la vida.
-
Oye, hace mucho que no nos vemos. Ya no bajas a la cafetería por la mañana.
-
Es verdad, antes bajaba todas las mañanas, pero ahora aprovecho para dar un
paseo. Tanto tiempo ante el ordenador me provoca dolor de espalda.
-
¡Ah! No sabía nada. Pero me extrañaba no verte.
-
Mira, quedemos una tarde a la salida, y charlamos.
-
Estoy "oxidada". Tantas horas sentada en la oficina, me provoca
tirones musculares.
-
¿No haces un poco de gimnasia?
-
Antes iba dos días a la semana al gimnasio, y es un error haberlo dejado.
-
Pues apúntate otra vez, verás como notarás mucha mejoría.
-
Mira, te haré caso. Cuesta trabajo, pero seguro que se me pasa el malestar.
-
¡Qué sorpresa! No esperaba encontrarte por aquí.
-
¡Ah, no? Pues suelo venir a menudo. Los capuchinos de esta Cafetería son los
mejores de Barcelona.
-
Pues yo solía venir antes, pero ahora hacía como dos meses que no venía.
¿Tomamos juntas ese capuchino?
-
Sí, estupendo, y así charlamos.
-
¿Vienes en coche desde tu casa al trabajo?
-
Sí, no tengo más remedio si quiero llegar a tiempo. Antes venía andando todos
los días, porque era el único ejercicio que hacía. Pero ahora, con el bebé, no
tengo tanto tiempo y tengo que usar el coche.
-
¡Lástima!
-
¿Nos vamos de compras esta tarde? Antes solíamos hacerlo a menudo.
-
Lo siento, Estrella, hoy no puedo, tengo dentista.
-
Bueno, qué tal mañana.
-
Mañana, estupendo. Tengo la tarde libre.
-
Tengo que explicarte una cosa.
-
¡Venga, dispara!
-
¿Sabes que estoy saliendo con alguien?
-
¡No me digas! Y...¿quién es el príncipe azul?
-
Se llama Piter. Es un chico inglés.
-
¿Inglés? ¿Y, dónde le has conocido?
-
En Londres, el pasado verano. Al principio éramos sólo amigos, pero nos hemos
estado escribiendo durante meses, nos hemos ido viendo y...¡mira!
-
¡Qué fantástico! ¿Cuándo me lo presentas?
-
Tengo que contarte algo.
-
Venga, dímelo ya, parece importante.
-
Me marcho un año a París. Tengo una beca y voy a estudiar arte durante todo un
año a la capital de la luz. ¡Ah, Paris, Paris, la citée plus belle du monde!
-
¡Ah! Pero... ¿tú sabes francés?
-
Lo aprendí de pequeña y ahora llevo estudiándolo seis meses, de nuevo.
-
¡Oh la la!
-
Tengo una gran noticia que darte.
-
¿Ah, sí? Venga, suéltalo ya, no puedo esperar más.
-
Estoy embarazada.
-
¡Vaya! Eso sí que es una sorpresa. ¡Qué digo una sorpresa! Es una bomba, un
notición.
-
Para nosotros también. Lo sabemos sólo desde hace una semana. Pero tenía muchas
ganas de decírtelo.
-
Felicidades. Me alegro muchísimo por vosotros.
-
Gracias, estamos muy ilusionados.
-
¿David y tú salís en serio?
-
Sí, llevamos saliendo dos años y yo creo que ahora tenemos una relación
estable.
-
¿Y cómo os va?
-
Estamos cada día más enamorados.
-
Chica... ¡de película!
-
Pues sí, Paco y yo llevamos saliendo ya unos meses, siete exactamente.
-
Vaya, tú que eras tan reacia a comprometerte.
-
Sí, pero cuando te enamoras, lo ves todo diferente. Ya no tienes miedo a
comprometerte y te arriesgas a que las cosas no funcionen de manera perfecta.
-
Sí que estás cambiada.
-
Sí, ahora, el miedo ya no es un freno.
-
¡Chica, me dejas de piedra!
-
Creo que voy a dejar este trabajo. Me han ofrecido un puesto estupendo en otro
bufete.
-
Pero ¿qué dices? ¡No puedo creerlo! Pero si decías que aquí estabas fenomenal.
- Y
lo estaba. Pero tengo la necesidad de cambiar ahora que todavía puedo.
Bueno,
di algo.
-
Hija, es que me he quedado sin palabras.
-
Cuando le dije que me gustaría que fuéramos a cenar, se quedó estupefacto.
-
No me extraña. Los tíos están acostumbrados a plantearlo ellos.
-
Ya, pero si llego a esperarme a que él me lo pida...
-
¿Y qué te dijo?
-
Primero, se le secó la boca, luego se sonrojó, y luego me dijo que sí.
-
¡Me dejas atónita!
-
Bueno, corrí el riesgo y salió bien. Podía haberme salido fatal.
-
¿Sabes que ha muerto la abuela de Rosa?
-
Ah, no, ¿y...?
-
Que le ha dejado una herencia de un millón de euros. ¿Qué te parece?
-
¡Me he quedado estupefacto! ¡Menuda suerte!
-
Imagínate, un millón de euros...
-
¡No doy crédito!
- A
mi me dejó helada cuando me lo dijo.
* * *