Episodio nº 22 : Tengo que ir al médico
Listening practice 9.
- ¡El tiempo está loco!
- ¡Y que lo digas! Tan pronto hace calor como hace frío. No sabes qué ponerte.
- Yo, por la mañana, cuando voy al trabajo, me abrigo, pero al mediodía empiezo a quitarme ropa porque me aso.
- Esto es lo del calentamiento global, no puede ser normal...
- Desde luego, no es nada bueno.
- ¿Has visto “el tiempo” en la tele?
- Si, mañana llueve.
- ¡No fastidies!
- No fastidio, han dicho que lloverá.
- ¿Todo el día?
- A ratos. Hay que llevarse paraguas.
- Yo me pondré gabardina y listo.
- Yo cogeré el único paraguas que queda, que hemos perdido dos en los que va de otoño...
- Somos un poco desastre...
- ¡Aaaaaaaatchíiiis!
- ¡Salud, mujer! Estás estornudando toda la mañana.
- Sí, creo que me estoy pescando un buen catarro.
- Pues tómate una de esas pastillas contra el resfriado en cuanto llegues a casa.
- Eso haré. Me estoy poniendo caliente, me parece.
- ¿Caliente? ¡Qué interesante! ¿Quieres que tomemos una copa al salir del trabajo?
- ¡Pero tú eres idiota, o qué! ¡Caliente de fiebre!
- Ya lo sabía mujer, qué poco sentido del humor tienes.
- Y tú qué inoportuno para gastar una broma cuando no toca.
- ¡Ay, señor! ¡Paciencia!
- ¡Estoy tiritando! Pero, ¿cómo puede ser?
- Pues no lo sé, la verdad es que hace calor...
- ¿Calor, dices? Yo estoy helada.
- A ver, a ver, que esto no es normal. Déjame tocarte la frente. Me parece que tienes fiebre.
- ¿Qué dices? ¿Fiebre?
- No es raro que tengas fiebre, llevas tres días con la dichosa gripe y no te has quedado ni un día en casa.
- Es que el trabajo se acumula.
- Sí, pero mira lo que pasa; si no te cuidas, te pones peor.
- Vale, te haré caso y me iré a casa al mediodía La verdad es que no me encuentro bien.
- Vale, pero además llama al médico.
- Sí, mami, lo que usted diga.
- ¿Luis? Hola, soy Lidia. Oye, que estoy con fiebre y con un trancazo de aquí te espero...
- ¿Qué me dices? ¿Tú también has pescado la gripe?
- Pero una de las completas. No sólo tengo fiebre, es que no paro de toser, de sonarme y de tiritar.
- Ya veo, pobrecita Lidia, estás hecha un trapo.
- Oye, no te olvides de decírselo al jefe.
- No te preocupes. El jefe también ha llamado que está en cama con una gripe de miedo.
- Bueno, vaya epidemia.
- Venga, tranquila, saldremos adelante.
- Hola, mire… querría alguna medicina para el catarro.
- ¿Tiene fiebre?
- No, pero moqueo mucho, tengo la nariz muy tapada y un poco de tos, pero me encuentro relativamente bien.
- Mire, ésta le irá muy bien. Alivia la congestión nasal y calma la tos.
- Perfecto, ¿qué le debo?
- Cuatro euros. Si no mejora, vaya a ver al médico.
- Por supuesto. Gracias.
- ¿María?
- ¿Eres Ignacio? No te conocía, ¡vaya voz de ultratumba!
- Es que tengo un trancazo imponente.
- ¿Y cómo lo has cogido?
- Respirando por la calle, supongo.
- Vaya, ni la gripe te quita el buen humor, ¿eh?
- Una cosa, anula las dos entrevistas que tenía esta mañana, por favor, no puedo hablar con los clientes con esta voz.
- No te preocupes, ahora miro tu agenda y anulo todos tus compromisos. Cuídate y mejórate.
- Pero Maribel, que llegarás tarde al colegio, ¿por qué no te levantas?
- Es que...
- Pero ¿qué te pasa? ¡Estás tiritando!
- Sí, es que...
- A ver la frente...¡Huy! Pero si estás ardiendo... Voy a ponerte el termómetro.
- Sí, estoy un poco mareada.
- ¡Madre mía! Pero si estás a 39. Voy a llamar al médico. Quédate en la cama, no te levantes ¡eh?
- Pero si no puedo, mami.
- Ya viene el médico, no te preocupes cariño.
- Vaaaaaale…
- Hola doctor, adelante, pase. Mire, se trata de mi hija, está a 39 de fiebre.
- Muy bien, vamos a ver qué pasa. Hola Maribel, ¿qué tal estamos?
- No me encuentro bien doctor, estoy un poquito mareada.
- Vamos a ver, abre la boca, así, mmmmmm, el cuello está un poquito inflamado. A ver, ahora escucharemos los pulmones, respira hondo, a ver, otra vez, muy bien.
Bueno, esta niña ha cogido frío y tiene un catarro complicado con anginas.
- ¡Vaya por dios! ¿Qué tenemos que hacer, doctor?
- Mire, le da esta medicina para controlar la fiebre tres veces al día y esta otra para la inflamación de las anginas. Tiene que quedarse en la cama, tomar líquidos templaditos (sopas, infusiones y zumos) y estar tranquila. Mañana volveré para ver cómo está.
- Gracias, doctor, le agradezco que haya venido tan pronto.
- No se preocupe, pronto le bajará la fiebre y mejorará.
- Gracias de nuevo, hasta mañana.
- Hola doctor, vengo a verle porque no me encuentro bien.
- Dígame, Pedro, qué le ocurre.
- Pues tengo bastante tos, me duele la garganta y no respiro bien.
- Bueno, vamos a hacer un pequeño examen de ojos, oídos y garganta, y luego le ausculto para ver cómo están los pulmones.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
- ¿Es grave, doctor?
- ¡Claro que no, hombre! Sólo es un resfriado, pero tiene un poco cargado el pecho. Tome esta medicina, es para expectorar, y quédese en casa un par de días. Le haré la baja médica para dos días. Si no mejora, se la extenderé a dos días más.
- Muy bien doctor. ¿Cuándo vuelvo a verle?
- Dentro de tres días.
- Vale. Adiós y gracias.
- Eva ¿qué te ha pasado? No te he visto en clase en toda la semana.
- Pues que pillé un trancazo de espanto y me ha tenido en la cama cuatro días.
- ¡Caray con la gripe! ¿Ya estás bien?
- Sí, del todo. Por cierto ¿podemos tomar un café y me pones al día con las clases?
- Susana ¿te vienes al cine esta tarde?
- No puedo, Jorge. Estoy con un trancazo de miedo. Me paso el día tiritando y moqueando y el médico me ha dicho que tengo que quedarme en casa, al menos hasta que me baje la fiebre.
- ¡No fastidies! ¿No estarás exagerando?
- ¡Hombre! ¡Qué amable! Que te estoy diciendo que no estoy nada bien...
- Vale, vale,... estooo...bueno, pues te llamo en un par de días a ver cómo va la cosa.
- Deja, deja, ya te llamaré yo cuando esté bien.
- Bueno, como quieras. Que te mejores.
- Pues anda, que si fuera por tí...
- ¿Hola? ¿Urgencias? Necesito que un médico me visite en casa.
- A ver, señora, cuáles son sus síntomas.
- Pues, mire, no paro de moquear, tengo mucha tos, me duele el pecho y me acabo de poner el termómetro y estoy a 39º.
- ¿Desde cuándo está así?
- Desde anoche. Quería venir esta mañana a la consulta, pero no puedo.
- No se preocupe, le enviaremos un médico de urgencia para que la examine y le dé algunas medicinas.
- Gracias,
- Vamos a ver, necesito sus datos. Su nombre completo, con los apellidos.
- ¿Consulta del Dr. Fernández?
- Sí, dígame, qué desea.
- Mire, quería saber si podría pasarme esta tarde, es que no me encuentro nada bien.
- ¿Qué le ocurre?
- Tengo mucha tos, estoy mareada y tengo 38.5º de fiebre.
- Pues... está todo lleno, pero..., a ver, sí, puedo hacerle un hueco hacia las siete, ¿qué tal le va?
- Ahí estaré, muchas gracias.
- Doctor, ¿qué puedo tomar para la gripe?
- Para la gripe, nada, pero para aliviar los síntomas, tome esto, la ayudará a bajar la fiebre, a despejar la nariz y a estar mejor en general.
- ¿Tengo que coger la baja?
- Sí, no puede ir al trabajo en estas condiciones. Se la haré para dos días, si no mejora, ya la extenderemos un par de días más.
- De acuerdo, doctor.
- ¡Ah! Permanezca en casa de momento, no salga a la calle, no mientras tenga fiebre. Y si se encuentra bastante mal, permanezca también en cama.
- Pero Santiago, tú estás fatal, no sólo estás temblando como un flan, es que además te castañetean los dientes.
- Ya, Azucena, ya lo sé, pero no sé qué hacer para parar.
- Yo sí. Mira, te acompaño a tu casa en taxi, llamas al médico y te metes en la cama.
- ¿Crees que es tan grave?
- No, grave no, pero sí suficiente como para llamar al médico y saber qué pasa.
- Me parece que tengo un trancazo de órdago.
- Yo también lo creo. Venga, que aún tengo una hora. Te acompaño y te preparo algo calentito.
- ¿Tú eres mi amiga o eres mi ángel de la guarda?
- Te gusta que te cuide, ¡eh?
- Me gusta. Te debo una, Azucena.
- Hola Dr. Rodríguez.
- Hola Edurne, ¿cómo va todo?
- Pues... sólo regular, doctor.
- A ver, dígame qué le pasa.
- Llevo dos días con mucha tos y no sé si algo de fiebre.
- ¿Se ha tomado la temperatura?
- No, lo siento, no se me ha ocurrido.
- ¿Se siente mareada?
- No, la verdad es que no.
- Vamos a ver... voy a auscultarla y después le pondré el termómetro.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
- Bueno, Edurne, el pecho está un poquito cargado, pero no hay fiebre.
- ¿Qué tengo que hacer, doctor Rodríguez?
- Mire, se tomará estos sobres que son para ablandar la tos, expectorar y hacer que respire mejor.
- ¿Uno al día?
- No, tres al día, cada ocho horas.
- ¿Puedo seguir yendo al trabajo?
- De momento, sí. Si tuviera fiebre, o no mejorase, venga a verme de nuevo y le haría una baja médica para un par o tres de días.
- Muchas gracias, doctor. A ver si esto funciona.
- Ya verá como sí. Adiós Edurne.
- ¡Aaaat...chíiiisss! ¡Vaya! Me he quedado fría paseando.
- Sí, es que ha refrescado bastante.
- Tengo la espalda helada y noto escalofríos por todo el cuerpo.
- Bueno, no te preocupes, ahora, al llegar a casa, prepara una infusión bien calentita, con miel, y te metes en la cama.
- Mira, qué buena idea.
- Yo siempre tengo buenas ideas.
- ¿Cuánto marca el termómetro?
- 38.5º
- Eso ya se considera fiebre.
- Creo que sí.
- ¿Quieres que llame al médico?
- No hace falta, de momento. Me tomo una aspirina, me meto en la cama y mañana por la mañana vemos si hay que ir al médico.
- De acuerdo, voy a buscarte la aspirina.
- Pero...¿Dónde has pescado esta gripe?
- En la piscina. Voy a nadar dos días y el último salí con el pelo mojado.
- ¿A quién se le ocurre?
- Ya, ya lo sé, pero es que no pensé que sería tan causa-efecto: pelo mojado-gripe.
- Pues ya lo ves, lo ha sido. Bueno, tómate una buena sopa esta noche y métete pronto en la cama con una aspirina.
- Mmmm, qué compañía tan seductora... a la cama con una aspirina...
- Bueno, si estás tan bromista, es porque no estás muy mal...
- Afortunadamente para mí...Insisto…¡Qué ilusión! A la cama con una aspirina...
- ¡Serás burra!
- Ja ja ja...
- Hola ¿Consulta del Dr. Mejía?
- Sí, qué desea.
- Mire, querría pedir hora de visita con el doctor.
- ¿De parte de quién?
- De Jesús Ruiz.
- Dígame, señor, qué le pasa.
- Creo que he cogido un buen trancazo.
- ¡Ajá! Tiene gripe... Bien, mire, le puedo dar hora esta misma tarde, a las seis.
- Pues... me hace un favor, gracias. Allí estaré.
- Bien, señor Ruiz, hasta la tarde.
* * *
Episodios nº 23 y 24 : Toni va al psiconalista.
Listening practice 9.
- Hombre, Carlos, ¿qué es de tu vida?
- Hola Miguel, pues mira, así, así.
- ¿Qué te pasa, hombre? ¿Qué es eso de "así, así"?
- Pues que estoy un poco depre desde que me separé de Pepa.
- Venga, hombre, la vida sigue, hay que empezar a olvidar.
- Ya lo sé, Miguel, pero es que tengo como un bloqueo que no me deja abrirme.
- Chico, cómo lo siento. A ver si nos vamos por ahí un día y nos corremos una juerga de campeonato.
- Bueno, por intentarlo...
- Que sí, hombre, hazme caso, la diversión es lo mejor para empezar a desbloquearse.
- Por intentarlo, no se pierde nada.
- Hola Beatriz, cómo te va, hace tiempo que no nos vemos.
- Hola Adela. Pues...sólo regular, la verdad.
- ¿Y cómo es eso?
- Es que... estoy muy liada. Estoy saliendo con un chico y no tengo las cosas claras.
- Pero bueno, cuéntame, qué es lo que pasa.
- Pues que él se está separando, pero desde hace unas semanas, sólo me habla de ella, de lo fantástica que era, de lo bien que le iba...
- Entiendo, no es muy agradable.
- No, no lo es. Mira, necesito poner en orden mis ideas y saber por dónde tirar.
- Anda, vamos a tomar un café y hablamos con calma.
- ¡Uf! Tengo como una especie de colapso mental y no sé cómo salir de él.
- Todo muy complicado,¿no?
- Pues sí, imagínate, mi ex-marido pidiéndome que nos veamos, mi novio, celoso, mis hijos quejándose de que no quiera salir con su padre y yo que cada vez estoy más colgada de mi compañero de bufete...
- ¿Cómo no vas a estar colapsada! Yo estaría bajo mínimos.
- Así estoy, cada paso que doy, todo se complica más y más. Estoy bloqueada.
- Tómate un fin de semana tú solita, vete por ahí, a un hotel, y piénsalo todo despacio y a distancia. Tienes que desbloquear la situación.
- Mira, es una buena idea. Tengo que aclararme.
- Andrés, tío, por dios, disimula un poco en el trabajo, que se te ve que no pegas sello.
- ¿Se me nota? ¡Hostia, lo siento, Daniel! Es que estoy muy colgado de Rocío y me pongo a pensar en ella cada dos por tres.
- Ya, tío, Andrés, pero es que es muy descarado...Te quedas quieto, ahí, con la mirada perdida,... hombre, que esto es el trabajo.
- Es que esta tarde hablo con ella y quiero decirle que estoy colado por ella.
- Ya, hombre, ya…, ¡que sólo te digo que disimules, hostia!
- Gracias, Dani, en serio, procuraré centrarme.
- Vale... y que te vaya bien con Rocío.
- ¿Qué, Alonso, cómo te va con psicoanalista que te recomendé?
- Bien, sí, bueno... dentro de lo que cabe...
- ¿Algo no funciona?
- No, no es eso, pero esto de la terapia no es fácil.
- No, no lo es.
- Tienes que explicar todas tus intimidades, abrir tu interior y mirar muy dentro.
- Eeeeeh, bueno, sí, de eso se trata.
- No, si ya lo sé, pero digo que no es fácil. Aunque, realmente, creo que era la solución para mí.
- Tranquilo, es un proceso. Cuando acabes, te conocerás un poco mejor y sabrás mejor lo que quieres y lo que puedes...
- Hola Pablo, qué tal, hacía tiempo que no nos veíamos.
- Hola Carmen ¿qué tal, guapa? Sí que hacía tiempo, sí, como medio año. ¿no?
- Pues sí, desde "aquello".
- Sí, puedes llamarle por su nombre: desde la crisis que tuve. Querías decir eso, ¿no?
- Y...¿cómo estás ahora?
- Mucho mejor. Tuve que pasar por aquella situación para saber realmente qué quería en la vida.
- Te ayudó mucho la terapia, ¿verdad?
- Mucho, sí.
- Me alegro, Pablo, de verdad. Va, quedemos un día y charlamos a fondo.
- Encantado, ¿nos vemos el viernes?
- De acuerdo, a la salida del trabajo. ¿Quedamos en el Café Central?
- De acuerdo, a las siete. Hasta el viernes.
- Pues, ya ves, Erica, en plena crisis.
- Caray, Manolo, no sabía nada de todo eso. Ni que hubiera muerto tu hermano, ni que hubieras roto con Matilde, y, mucho menos, que hubieras dejado tu trabajo de abogado para dedicarte a la pintura. ¿Y cómo ha sido el proceso?
- Complicado, una cosa te lleva a la otra y se van encadenando, y en un momento dado, no sabes dónde estás ni por dónde tirar.
- Ya, ésa es la crisis, ¿no?
- Sí, entras en crisis, todo se pone patas arriba, todo aquello que te parecía importante deja de serlo y tus prioridades dan un vuelco.
- ¡Qué fuerte suena!
- ¡Hostia! Es que es muy fuerte. Pero si te enfrentas a ello, con una terapia, por ejemplo, puede que acabes sabiendo qué hacer.
- Me dejas atónita, Manolo. Tú que antes eras...bueno, un poco frívolo.
- Ya. La vida...que da muchas vueltas.
- Ya te digo, Cristian está fatal. Ha terminado la carrera, pero cualquier trabajo que le sale, le parece fatal y lleva así un año. Está atravesando una auténtica crisis.
-¿Crisis? Venga ya, Mónica, lo que le pasa a Cristian es que tiene un morro que se lo pisa. Lo que no quiere es trabajar.
- Yo creo que no es eso, Matilde. Es que es un tío muy sensible, quiere trabajar, pero en algo que le guste.
- Hombre, mientras papá pague, uno puede ser sensible.
- Matilde, no todo el mundo es tan pragmático como tú. La gente tiene problemas que tú, a lo mejor, no entiendes.
- ¡Ja! Ya te daré yo problemas. Si tuviera que pagarse lo que come, ya te digo yo que se lo montaría diferente.
- !Va a llegar un momento en que no pueda hablar con mi padre!
- ¿Sigue igual de autoritario?
- Más, si cabe. El otro día voy a casa a comer y va el tío y me monta un pollo porque no he aceptado el trabajo que me ofrecía en su empresa.
- Pero, bueno, ¿tu padre no puede entender que a ti lo que te gusta es la fotografía?
- No, ni lo entiende, ni quiere que se lo explique. Empecé y me cortó en plan bestia.
- Ay, pobre, se te ve preocupado con este tema.
- Mira si lo estoy, que he empezado a ir con un psicoanalista. No controlo los sentimientos hacia mi padre y necesito saber por qué.
- Pues empezar un análisis, probablemente sea la mejor opción que podías tomar.
- Sí, aunque está siendo duro, duro,...
- Yolanda, cómo te va, hace un montón de semanas que no vienes con el grupo, ¿qué pasa?
- Es mi padre, tuvo una crisis cardiaca y todavía está en el hospital.
- ¡Ah! Perdona, no lo sabía... dijeron que algún familiar tuyo estaba mal, pero no sabía que tu padre había tenido un problema de corazón.
- Pues, ya ves, estas cosas que nadie se espera y vienen sin más.
- Bueno, lo siento chica. A ver si se recupera pronto.
- ¿Qué tal te va el tratamiento?
- Fenomenal. Este tío es la hostia, sabe exactamente qué decir para tocarte lo más escondido.
- Si, este psicoanalista tiene muy buena fama.
- Bueno, ya llevo ocho meses. Pero creo que aún tengo para rato.
- Bueno, mientras a ti te vaya bien, lo demás es secundario.
- Hostia, hace un frío del carajo, y yo sin ropa de abrigo.
- Pero ¡mucho frío!, ¿quieres que pasemos por tu casa y te coges la chaqueta?
- Pues sí, no me veo toda la noche así, tiritando.
- Vamos, con el coche es un momento.
- Vengo de los nervios. Acabo de estar con un cliente que me ha tenido dos horas con el pedido de material.
- ¿Dos horas?
- Sí, imagínate, me ha contado toda su vida sentimental, su divorcio, lo que hacen sus hijos, que si juega al golf, que si va al psicoanalista, que si...
- Y tú ¿por qué no concretabas?
- Pero si lo hacía... pero cada vez que intentaba concretar con él, el tío se iba por los cerros de Úbeda.
- Pues vaya un pesado. Dos horas, para una cosa que puede hacerse en cinco minutos.
- ¡Un pesado de la hostia! Al final me ha notado que me enfadaba un poco y ya se ha puesto con el tema.
- ¡Qué plomo, no?
- ¿Así, pues, al final vienes con nosotros, de acampada?
- Sí, al final, sí. ¡Al carajo con el examen! Tengo la cabeza como un bombo de tanto estudiar.
- Bien hecho, Lidia. Te va a venir mejor despejarte, que seguir encerrada.
- ¡Hostia, sí! Es que llega un momento que ya no puedes más.
- Venga, quedamos esta noche y hablamos de los preparativos.
- Vale. ¿Dónde habéis quedado?
- En mi casa. No están mis padres y tenemos la casa para nosotros.
- De acuerdo. Llegará hacia las ocho.
- No hay quien hable con él. Desde que ha vuelto del extranjero, está de una mala hostia que no hay quien lo aguante.
- Es vedad. Está todo el día de mal humor.
- Oye, pues alguien debería decirle que está insoportable.
- Ja ja ja, si le dices eso, no te habla más.
- ¿Sabes lo de Víctor?
- No, ¿qué ha pasado?
- Pues que iba a 140 por la autopista, había una piedra y se ha dado una hostia de las gordas.
- ¿Qué dices! ¿Y está muy mal?
- Está mal, pero se recuperará. Dio tres vueltas de campana y, milagrosamente, salió por su propio pie del coche.
- ¡Vaya susto!
- Un susto de la hostia...
- El otro día, yendo a Cadaqués, nos perdimos con el coche.
- y ¿dónde fuisteis a parar?
- A la quinta hostia, a un pueblecito muy pequeño, a cuarenta kilómetros de donde íbamos.
- Y ¿qué hicisteis?
- Quedarnos a cenar y a dormir. A la mañana siguiente, llegamos a Cadaqués.
- Bueno, una aventurita.
- ¡Seré despistado! Pues no me he olvidado de que hoy era la matrícula del curso de Cine y Literatura.
- Bueno, ya la harás mañana.
- El problema es que el primer día suelen agotarse las plazas.
- Bueno, hombre, no te preocupes, si no es este trimestre, será el próximo, que lo haces por gusto.
- Ya, pero me apetecía mucho...
- Señora, la llamamos desde Teléfono Feliz, ¿tiene un minutito?
- Sí, pero tengo todo lo relativo a telefonía, internet y televisión, en orden.
- ¿Puedo preguntarle con qué compañía trabaja, señora?
- No, claro que no puede.
- Seguro que si escucha nuestra oferta, cambia.
- Le he dicho que no necesito nada y que estoy bien con mi actual contrato.
- Sí, eso es lo que cree, pero si me dice cuánto está pagando, podrá comprobar que, con nuestra oferta, pagaría mucho menos.
- ¿Usted no entiende cuando le dicen que no?
- Sí ,señora, pero también le digo que usted no tiene toda la información.
- Oiga, no-es-to-y-in-te-re-sa-da.
- Mire, señora, nuestra oferta empieza por regalarle...
- ¡Váyase al carajo! Eso si que lo entenderá.
- ¡Estoy temblando!
- Bueno, antes de nada, hola,¿eh! Y ahora..., a ver, qué te pasa, por qué estás temblando.
- Es que me acabo de encontrar a mi ex, y me ha dado un vuelco el corazón.
- ¿Todavía reaccionas así? Pero si ya hace seis meses que lo dejásteis.
- Sí, pero no puedo evitarlo, cuando le veo, todavía me descontrolo.
- ¿Y él?
- Tenía la boca tan seca que no podía ni hablar.
- ¡Tal para cual! ¿Por qué no lo volvéis a salir?
- No me tomes el pelo, ¿vale!
- ¿Te vienes al concierto de Souad Massi?
- Seguro. Esa tía me flipa un montón.
- Pues tengo dos entradas y es el sábado por la noche.
- ¡Te quiero! ¡Qué pasada! Te debo una...
- Sabía que te iba a chiflar.
- Mami, no encuentro las deportivas, ¿sabes dónde están?
- Sí, en la terraza, que olían a demonios.
- ¡Hostia! Siempre con lo mismo, ahora estarán medio mojadas de estar ahí toda la noche.
- Mira José Mari, una palabrota más y te quedas sin paga el fin de semana.
- Jo, mamá, que "hostia" no es una palabrota.
- Me da lo mismo, no me gusta que la digas.
- Ya vale, mami, que te estás pasando...
* * *