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La tan traída y llevada biodiversidad, palabra de moda como la que más, adquiere nuevos significados en Costa Rica, porque, en esencia, la definición de biodiversidad debería ser costarricense: todo está relacionado con todo, el suelo con el clima, el clima con las especies, las especies con la cadena alimentaria, la cadena alimentaria con la supervivencia, ésta con los hábitats naturales, éstos con las criaturas que en ellos viven y de ellos se alimentan,…y así, indefinidamente; es imposible, en este espacio, abarcar la diversidad que allí se da.
Pero allí hay especies que nunca antes has visto, animales de bosque, de selva, de maleza, de bosques húmedos, de suelos volcánicos, de costas, de sabanas o de páramos. Plantas de calor, plantas de lluvia, plantas tropicales, de altura o de llano; flores de colores imposibles que se dan, sin más, en los parques, en el campo, en los jardines; cientos de especies de aves, otras tantas de mamiferos, de anfibios, o de reptiles; frutas exóticas de todas las tonalidades y sabores; islas de especies protegidas, de aguas cristalinas y ecosistemas en renovación permanente. Pura vida, de verdad.