Nueva York, una de las ciudades más famosas del mundo, y no sólo porque la visiten millones de personas cada año, sino porque es la más fotografiada y filmada de cuantas hay.
Todo el mundo ha visto alguna vez alguna película en la que sale algo de Nueva York, o cuya acción íntegra transcurre en sus calles, entre sus rascacielos. Por ello pertenece ya al imaginario popular, la hayas visto en la realidad “real”, o en la realidad virtual, que viene a ser la realidad mas cercana a todos nosotros en los tiempos que corren.
Ciudad donde las etnias, las religiones, las culturas, las lenguas y los estilos de vida diversos, conviven como en ninguna otra, conviven sin pedir explicaciones sobre creencias, aficiones, gustos, colores de la piel, lenguas o preferencias. Es la ciudad donde la interculturalidad no es una moda, ni una descripción, ni una palabra progresista, es un modo de vida consensuado por todos los que en ella viven.
Nueva York, la tierra del sueño americano de las películas, lugar también de contrastes y desencuentros, de oportunidades y sueños rotos, un sitio donde vivir frenéticamente, donde trabajar sin descanso, pero también donde disfrutar de una forma peculiar, una forma que viene definida por la propia ciudad y por su protagonista principal: la mezcla de identidades que es, en sí misma, una forma de ser neoyorkina.