¿Qué está pasando?
Hello dear friends and welcome to Spanish Podcast. I am Mercedes speaking to you from Barcelona. In our 286th episode: What is happening ?, we reflected on the dramatic situation that the whole world is experiencing as a result of the coronavirus pandemic.
The Coronavirus has changed our world. The virus has spread its black wings over the planet and we humans are still trying to understand what is happening. Millions of infected people, tens of thousands of deaths, fear, anguish, a global quarantine that keeps us confined at home. But even in the worst of situations, positive initiatives emerge that make us regain hope ...
Hola queridos amigos y bienvenidos a Español Podcast. Soy Mercedes y os hablo desde Barcelona. En nuestro episodio nº 286: ¿Qué está pasando?, reflexionamos sobre la dramática situación que está viviendo el mundo entero a raiz de la pandemia del coronavirus.
El coronavirus ha cambiado nuestro mundo. El virus ha extendido sus negras alas sobre el planeta y los humanos aún estamos intentando entender qué es lo que pasa. Millones de personas contagiadas, decenas de miles de muertos, miedo, angustia, una cuarentena global que nos mantiene confinados en casa. Pero incluso en la peor de las situaciones, surgen iniciativas positivas que nos hacen recobrar la esperanza...
Episodio nº 286: ¿Qué está pasando?
Sí, queridos amigos, es la pregunta de alguien que está estupefacta, desorientada, incrédula, asustada. Pero ¿qué es lo que pasa? ¿Cómo puede un simple virus, un bichito microscópico, acabar con nosotros, con nuestro estilo de vida y con nuestra libertad? ¿Cómo ha podido un simple virus propagarse por todo el planeta y extenderse por más de 180 países?
¿Pero cuál es el origen de esta desgracia, de este drama, de esta tragedia?
Por lo que todos hemos leído, el origen de este virus, de este coronavirus, llamado COVID19, se sitúa en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan. Parece que un determinado tipo de murciélago lo tenía, tenía el coronavirus, y lo transmitió a un pangolín o a una serpiente, no se sabe seguro, y de ahí, saltó a los humanos, declarándose ya en diciembre de 2019 una serie de casos de neumonía entre los ciudadanos chinos de Wuhan.
Después de eso, empezó la pesadilla global. El coronavirus, o mejor dicho el COVID19, empezó a transmitirse a una velocidad desconocida hasta el presente. Su transmisión es aérea, es decir, por el aire, viajando de una persona a otra, de una persona portadora o infectada a otra sana.
Todos lo sabemos ya: cuando una persona que tiene el virus tose o estornuda, se lanzan al aire multitud de pequeñísimas gotitas que quedan en suspensión. Si estabas cerca de otra persona, puedes lanzar el virus a las mucosas de su cara (mucosas de su boca, de su nariz o de sus ojos) y contagiarlo. Y también se contagia por contacto: tocas una superficie o un objeto contaminado y luego tocas tu boca, tu nariz o tus ojos, e introduces el virus en tu cuerpo.
Recuerdo, amigos, que al principio (cuando los países creían que se exageraba o que en nuestro país las cosas serían diferentes) se decía que era como una gripe normal, quizás un poco más fuerte, pero que no había que alarmarse.
Qué poco sabíamos entonces de la facilidad y velocidad con la que se propaga, con la que se extiende el COVID19. Qué poco sospechábamos que los contagios iban a ser masivos. Qué poco imaginábamos que tendríamos que encerrarnos en casa durante semanas y meses para poder parar el contagio vertiginoso que se producía globalmente, en el mundo entero.
Qué poco sabíamos del virus al principio y cuántos errores de planificación y actuación ha comportado esa ignorancia.
Ahora sabemos, además, que hay mucha más gente contagiada, es decir, que tiene el virus en su cuerpo, a partir de lo que nos dicen las estadísticas. ¿Por qué lo sabemos? Porque hay un porcentaje altísimo de la población que lo tiene sin saberlo, sí, sí, que tiene el virus en su cuerpo y no lo sabe. ¿Por qué? Porque es asintomático, porque no tiene síntomas, porque no tiene tos, ni fiebre, ni dificultades respiratorias, ni ha perdido el gusto o el olfato, porque no tiene dolores musculares ni cansancio, ni nada de nada. Y sin embargo es portador del COVID19, sí, lo lleva y -lo que es peor- lo contagia a otras personas con las que tiene contacto.
Por eso se dice, y es cierto, que hasta que no se haga el test adecuado a la mayor parte de la población para ver si da positivo o negativo, y que esa persona infectada permanezca en cuarentena hasta dar negativo, hasta que eso no pase, será mucho más difícil contener esta terrible pandemia.
Todos hemos aceptado y obedecido las recomendaciones sanitarias: todos nos lavamos las manos con jabón, las veces necesarias. Todos, o casi todos, estornudamos en un pañuelo de papel y luego lo tiramos. Nos mantenemos a un metro y medio, o dos metros, de nuestro interlocutor más próximo. Mantenemos una estricta higiene con nuestra ropa, nuestra casa, nuestro teléfono móvil,….Llevamos mascarilla y guantes por la calle (quien ha podido conseguir mascarilla, porque es un desastre conseguirla) y sobre todo llevamos a rajatabla nuestro encierro en casa, el confinamiento decretado por el gobierno para atajar la epidemia. Acatamos la cuarentena como la medida más eficaz para detener los contagios y las muertes.
Ya sabéis que España ha sido uno de los países más castigados por el COVID19, junto a Italia y ahora, en la actualidad, Estados Unidos también. Pero en otros muchos países, la crisis sanitaria está siendo también una tragedia.
En España hay en estos momentos unos 170000 casos confirmados de personas infectadas por el COVID19 (1800000 en el mundo). En mi país han muerto ya 18000 personas a causa del coronavirus (unas 120 000 en todo el mundo). Y en España se han recuperado, se han curado, 65000 personas (y en todo el mundo son más de 400000 personas las que se han recuperado de la enfermedad)
Estas cifras son provisionales, y son las del día en el que hago el podcast, es decir, entre el 11 y el 13 de abril, pero desgraciadamente seguirán aumentando y quedarán lejos de estos datos cuando este podcast vea la luz.
Los expertos, además, dicen que estos son los casos de contagio, o de infección, los casos postivos en COVID19 que han podido constatarse por gente hospitalizada o tratada, pero en estas cifras no están los portadoras del virus que son asintomáticos, que no padecen ninguno de los síntomas y que por lo tanto no saben que lo tienen, pero que son portadores y lo contagian. Y esto podría suponer, dicen los expertos, multiplicar por diez o por quince veces esas cifras. O sea, que los contagiados en España fueran un millón y medio, o más, de personas; y en el mundo alrededor de veinte millones de ciudadanos portadores del coronavirus, a día de hoy.
Vale, amigos, y… ¿cuáles han sido las consecuencias de todo esto? Muchas. Algunas tremendas, negativas, dramáticas. Otras, aunque no lo parezca, buenas. A ver….
Las primeras consecuencias negativas de esta crisis son, obviamente, la enfermedad, el dolor, la angustia y la muerte de muchos, muchísimos ciudadanos que han sufrido la enfermedad en su versión más dura, o en su versión mortal en otros casos. Y todas esas familias que han sufrido el aislamiento de su familiar infectado y que han experimentado sus dificultades y su sufrimiento en un ambiente de miedo, estrés y saturación de los servicios sanitarios que lo ha hecho todo más complicado.
Otras consecuencias negativas de menor entidad son, por ejemplo, que cuando se supo que el Gobierno español decretaría confinamiento obligatorio en las casas, la gente salió a comprar alimentos y productos varios, como si hubiera una guerra. Mucha gente compró bien, con equilibrio y sin angustia (puesto que se supo que los supermercados permanecerían abiertos y con abastecimiento de todo). Pero otra gente empezó a comprar como si se acabara el mundo, con angustia, con desprecio hacia los demás. La anécdota más alucinante de este periodo fue el papel higiénico. Sí, sí, el papel de váter, del WC, que se agotó en los supermercados, ofreciendo imágenes alucinantes de gente con el carro lleno de paks de papel higiénico, como si lo necesitaran para seis meses.
Ahora llevamos confinados desde el 14 de marzo, un mes; y parece que aún se alargará más en el tiempo, aunque se ha previsto una vuelta escalonada a ciertos trabajos porque la debacle económica prevé una situación dantesca para después de la crisis (en cifras de gente en el paro, sin trabajo, miles de pequeñas empresas cerradas, etc. etc.).
Y cuando pasó esto, el mundo se transformó. Las calles se quedaron vacías. El silencio invadió las ciudades. No podías hacer nada de lo que hacías antes. Ni ir a trabajar, ni salir a pasear, ni a hacer deporte, ni a reunirte con tus amigas, ni ir a una terraza de un bar a tomarte una cañita, ni … bueno, nada es nada. Todo el mundo confinado en su casa. Todos los ciudadanos en cuarentena. Las escuelas cerradas, las calles, plazas y parques vacíos. Los coches aparcados, mudos.
Sin embargo, muchas de las empresas que cerraron, puedieron acceder al llamado tele-trabajo, haciendo que sus empleados trabajaran desde casa en sus ordenadores e hicieran sus reuniones de trabajo con alguna de las múltiples aplicaciones que hay hoy en día para reunirse telemáticamente.
De un día para otro, quedamos encerrados en nuestras casas, separados algunos de una parte de nuestras familias, de nuestros amigos, de nuestros compañeros de trabajo. Y con el miedo en el cuerpo. Según íbamos conociendo los efectos terribles y devastadores del COVID19 en algunos pacientes, más miedo le teníamos al puñetero virus. Cierto que para mucha gente, pasar el coronavirus ha sido como pasar una gripe. También es cierto que muchos pacientes hospitalizados, se han recuperado. Pero también lo es que otros muchos han necesitado respiración asistida, han tenido dolores tremendos en su cuerpo, dolor en su gargante, fiebre muy alta…Y lo peor, lo peor, lo peor, han tenido que estar solos en el hospital porque ningún familiar podía acompañar a los hospitalizados por coronavirus.
La suerte ha sido el papel heróico y solidario de nuestros sanitarios, de todo el personal sanitario del sistema de salud español. Médicos, enfermeras, camilleros, responsables de ambulancias…todos, pero sobre todo esos médicos y médicas, enfermeros y enfermeras que han estado trabajando sin descanso, muy por encima de sus posibilidades y límites, curando a los enfermos, animándoles, llevándoles un teléfono móvil o una tableta para que pudieran ver la cara de su esposo, de su esposa, de sus hijos y nietos, de su padre o de su madre, de su hermano o de su hermana…, de quien fuera, pero poder recibir el calor y el cariño de la gente cercana en una situación durísima, terrible, luchando con la muerte, y sabiendo que podías curarte o podías quedarte en el intento.
Y luego los muertos por coronavirus, sin poder tener el consuelo de la presencia de los tuyos en tus últimos momentos…¡terrible! Y los familiares, sin poder asistirlos, sin poder hacerles un funeral para despedirse. Todo esto está siendo traumático, tremendo, una pesadilla.
Pero esta crisis sanitaria sin precedentes también está teniedo consecuencias, podríamos llamar, positivas. Consecuencias positivas sobre las que vale la pena reflexionar.
Una de ellas es el frenazo que hemos tenido que dar a nuestras vidas. Ibamos por una autopista a 200 km por hora y hemos tenido que frenar y pararnos a pensar en qué estaba pasando. Y la primera reflexión ha sido saber que podemos morir. Sin más, sin parafernalias, sin adornos. Saber que somos frágiles, que la tecnología nada puede contra un virus letal que nos ha puesto en jaque. Saber que podemos morir, que no estábamos protegidos contra todo y contra todos. Qué va. Y esta fragilidad supone una cura de humildad que sinceramente creo que le conviene a la humanidad entera. O casi. Ha sido como recuperar lo que nos define como humanos, la contingencia, la vida sujeta a azares que nos la pueden arrebatar en un santiamén, en un abrir y cerrar de ojos, la vida que hay que agradecer cada día porque no sabemos hasta cuándo vamos a disfrutarla.
Otra cosa buena como consecuencia de esta crisis es que hemos entendido, por fin, la importancia de lavarnos las manos. Que no es ninguna tontería, que no es la manía de un obsesivo que no soporta tenerlas sucias. No. Es una medida de higiene básica para deshacernos de bacterias, gérmenes y virus de la manera más sencilla y barata que hay: agua con jabón, espuma y treinta segundos para hacernos un lavado de manos a conciencia.
Otra de las cosas magníficas que se han derivado de esta tragedia es la conciencia de que la sanidad pública es un bien común imprescindible. Y la conciencia de la excelencia de los equipos sanitarios que han estado en la primera linea de peligro, atendiendo a los enfermos hospitalizados, atendiendo las UCIs de todo el país, muchas veces con escasez de recursos, sin la protección necesaria para hacer frente al virus, trabajando horas y horas en un estado de estrés y agotamiento difícil de describir. Las cifras hablan por sí solas: 27000 sanitarios contagiados de COVID19, de los que una parte mportante han tenido que ser hospitalizados. Y 12 médicos de entre ellos, así como dos enfermeras, han fallecido a causa del virus.
Mirad, hay una cosa super emocionante que está pasando en España. La cuarentena empezó el 14 de marzo; bueno, pues el dia 15, al día siguiente, todo el mundo empezó a asomarse a sus ventanas y balcones y a dedicar cinco minutos de aplausos al personal sanitario que tanto y tanto estaba haciendo por todos nosotros y no sabíamos cómo mostrarles nuestro agradecimiento.
Y seguimos igual. Todas las tardes, todas, todas, sin faltar una, salimos cientos de miles de ciudadanos de todos los rincones de este país y aplaudimos con cariño, con agradecimiento y con emoción a todos los equipos de los hospitales españoles que están haciendo lo posible y lo imposible por aliviar el sufrimiento y por salvar la vida de sus pacientes. Y, cuando salgo, ya busco los otros rostros de las otras ventanas y balcones, nos miramos entre nosotros, emocionados, aplaudiendo, orgullosos de expresar lo que sentimos a lo largo y ancho de pueblos y ciudades, y sabemos que les llega, que al personal sanitario les llega nuestro agradecimiento y saben por ello que estaremos en deuda con ellos eternamente.
Dicen que las grandes crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas. En este caso, el COVID19 nos ha hecho más solidarios, además de unirnos a todos en la lucha común contra el virus. Estamos viviendo el confinamiento en casa como una empresa común que tenemos que salvar entre todos.
También han surgido multitud de iniciativas de solidaridad ante las dificultades de esta cuarentena, de este confinamiento, de este encierro obligado en casa porque en ello nos va la vida.
En mi edificio, por ejemplo, tenemos un whatssap común para todos los vecinos para incidencias varias. Bueno, pues el segundo día de cuarentena dos de los vecinos se ofrecieron para traer comida a vecinos de más edad, más mayores, que pudieran tener dificultad para hacer compra online o para ir ellos mismos al súper. Les dijeron que les dejarían la compra en el rellano, delante de la puerta del piso, para no tener contacto. Bueno, yo me emocioné también con eso, me pareció una forma magnífica de ser solidario.
Uno de los hechos positivos, consecuencia directa de la pandemia del COVID19 y de la cuarentena mundial que nos mantiene a una gran parte de los humanos confinados en nuestras casas, es el bajón radical de la contaminación atmosférica y de las aguas que se ha producido en multitud de zonas del planeta. Hay mapas y fotografías que muestran claramente cómo ha descendido hasta mínimos inimaginables la contaminación en multitud de ciudades del mundo entero.
Es una verdadera pena que este descenso de la contaminación esté siendo la consecuencia de la tremenda desgracia de sufrimiento y muertes que estamos viviendo. Pero no es menos cierto que todos hemos pensado que cómo era posible volver a ver los cielos azules, respirar aire que huele a aire, y ver las imágenes que los drones nos ofrecian de las ciudades con un aspecto de limpieza en el ambiente nunca antes vivido.
Barcelona parece otra ciudad ahora. Los niveles de dióxido de nitrógeno se han desplomado desde el 14 de marzo, primer día de cuarentena total en España. Han bastado unos pocos días sin tráfico y sin una parte de la industria, sin la presencia de coches, para que todos hayamos notado que la calidad del aire era muchísimo mejor.
Y también a modo de consecuencias positivas durante esta terrible crisis sanitaria que estamos sufriendo, ha habido otro hecho que nos ha dejado a todos boquiabiertos: la naturaleza ha vuelto, ha recuperado espacio.
Estos días, los periódicos, Youtube, la televisión, …todos los medios de información están llenos de noticias que relatan que animales que no se veían en décadas en determinadas áreas, han vuelto a ellas al considerarlas zonas tranquilas y libres de agresiones humanas (aunque sabemos que algunas de estas noticias son fake, son bulos, mentiras). Por ejemplo, en los muelles de la ciudad de Cádiz se han visto delfines saltando alegres y confiados; o los pavos reales que se han visto en las calles de Madrid paseando su plumaje colorido sin que nadie les molestara; o los jabalíes bajando desde zonas del Tibidabo hasta las calles céntricas de la ciudad de Barcelona; se han visto peces ocupando los limpios y cristalinos -ahora- canales de Venecia; se han visto pumas deambulando por Santiago de Chile; o monos disputándose la comida en algunas ciudades tailandesas; por no hablar ya de las gaviotas, las palomas y diversas especies de pájaros que se sienten a gusto y ocupan espacios urbanos que antes les estaban prohibidos. Yo ahora oigo el canto de los pájaros cuando me despierto…, sí, sí, el canto de los pajaritos en plena Barcelona…Amigos, parece un milagro. Ojalá cuando esta pesadilla se haya ido de nuestra vida, podamos reflexionar sobre todo lo que está pasando para mejorar nuestras vidas y la de la naturaleza a la que pertenecemos. ¡Ojalá!
Y, por último, quería comentaros un hecho que se ha convertido en una especie de antídoto contra el miedo y la angustia que provoca esta situación. Y ese antídoto ha sido el humor. Un humor respetuoso y solidario que nos ha arrancado sonrisas cuando sólo queríamos llorar…
Se ha producido sobre todo humor gráfico y videos, como por ejemplo el del perro que se pone un mascarilla con la misma habilidad que su dueño; o un montón de chistes gráficos sobre la acumulación de papel higiénico en algunas casas; o videos de gente haciendo ejercicio en su pequeño piso, o bailando, o cocinando…, en fin, situaciones relacionadas con el confinamiento que te hacen sonreír y disipar un poco los fantasmas de la pandemia.
E incluso han surgido canciones como de resistencia, canciones que nos animan a soportar esta desgracia hasta que podamos dejarla atrás, canciones que nos unen los unos a los otros en la tarea colectiva de recuperar nuestra salud y nuestra vida. Y una de ellas es “Resistiré”, una canción preciosa, preciosa de música y de letra, que ya analizamos en el episodio 263 titulado Un Día Épico, que contiene 4 canciones, de las que la primera es ésta, Resistiré, y de la que tenéis toda la letra, además de tres direcciones en Youtube con los subtítulos. Vale la pena que le echéis una mirada y que la escuchéis, también para ayudaros a todos vosotros a resistir este infortunio.
Bien, amigos, espero que todos estéis bien. Muchas gracias por vuestros mensajes de cariño y de ánimo. Para corresponderos, he pensado acompañaros con mi voz durante el tiempo que aún nos quede de encierro, de cuarentena. Para ello voy a intentar ofreceros una serie de cuentos breves para que podáis seguir practicando con los audios de español, de una manera relajada y agradable.
Un abrazo para todos y mis mejores deseos para vosotros y vuestras familias.
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Hasta la próxima, un abrazo. Chao, amigos. Abril de 2020.
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