El Cuento de la Lechera





El Cuento de la Lechera

Cuentos para el confinamiento




Hello and welcome to Spanishpodcast. I am Mercedes speaking to you from Barcelona. In our 288th episode : The Milkmaid and her Pail, we want to keep you company in confination, in Spanish of course. So, are you a chain dreamer? Do you spend your life dreaming and make plans to achieve your dreams? Or maybe you do not like to dream and you are a very realistic person, down to earth? Whatever you are, you will like to hear the story of The Milkmaid to know the pros and cons of being a dreamer, or being a pragmatist, ... or how to find a balance between both attitudes.





Hola queridos amigos y bienvenidos a Español Podcast. Soy Mercedes y os hablo desde Barcelona. En nuestro episodio nº 288: El Cuento de la Lechera, queremos hacerte compañía en el confinamiento, en español por supuesto. A ver, ¿eres un soñador empedernido? ¿Te pasas la vida soñando y haces planes para conseguir tus sueños? ¿O quizás no te gusta soñar y eres una persona muy realista, con los pies en la tierra? Seas como seas, te gustará oír el cuento de La Lechera para conocer los pros y los contras de ser un soñador, o de ser un pragmático,…o de cómo encontrar el equilibrio entre ambas actitudes.


Escuchemos este cuento popular infantil y aprendamos un montón de buen español con él.



Érase una vez una joven llamada Elisa que vivía en una granja con su abuela. Tenían dos vacas en la granja y gracias a la leche que daban, podían vivir, aunque no les sobraba de nada.


Cada día, a la salida del sol, Elisa ordeñaba sus dos vacas y obtenía así un cántaro de blanca leche que vendía después en el mercado del pueblo cercano.


Se pasaba todo el dia en el mercado y por la tarde regresaba a casa. 


Cuidaba muy bien a sus vacas. Las alimentaba bien, las mantenía limpias, las paseaba y las llevaba al río para que se refrescaran.


Su abuela apreciaba su trabajo que les permitía vivir de él. La abuelita quería mucho a Elisa, aunque frecuentemente la encontraba absorta mirando a la lejanía. La abuela le decía que no fuera tan soñadora, que soñando no iba a hacerse rica y que lo único que les garantizaba la supervivencia era el trabajo bien hecho de cada día.


Pero Elisa soñaba con eso a diario, con tener una hermosa casa, hermosa ropa, y enamorar al hijo del molinero de quien estaba enamorada desde que era una niña.


Elisa siempre estaba soñando despierta. No podía evitarlo.


Al día siguiente, Elisa se levantó, ordeñó sus dos vacas, y se dirigió al mercado del pueblo para vender su leche.


Durante el camino, Elisa empezó a soñar:


  • Mañana haré una rica y sabrosa mantenquilla con la leche ordeñada y la llevaré al mercado, donde la venderé por más dinero que la leche sola. 
  • Con el dinero que obtenga de la mantequilla, compraré una cesta de hermosos huevos, de los que nacerán docenas de pollitos con los que formaré una pequeña granja de pollos. 
  • Luego podré vender esos pollos y gallinas y ganar un buen dinerito en el mercado. 
  • Con los beneficios compraré un cerdo al que cuidaré y engordaré para poder tener luego ricos embutidos que triunfen en el mercado. 
  • Venderé los productos del cerdo y con ese dineral podré comprarme dos cosas: dos vacas más para obtener mucha leche, y un vestido precioso con el que ir al baile. 
  • Ooooh, sí, me compraré un vestido maravilloso en la ciudad y el día de la fiesta del pueblo seré la muchacha más hermosa del baile. 
  • El hijo del molinero se fijará en mí y me sacará a bailar. Primero le diré que no, pero luego aceptaré. Pero primero diré que no…


Y pensando esto, Elisa, nuestra lechera, iba moviendo su cabeza negando a un lado y a otro, a un lado y a otro, como si ya estuviera en la escena del baile y ya le estuviera diciendo que no al hijo del molinero. Una de esas veces que negó con la cabeza, el cántaro se tambaleó fuertemente y cayó al suelo sin que Elisa pudiera evitarlo. El cántaro de leche se hizo añicos, y la leche se desparramó por la tierra, desapareciendo al instante.

Elisa lloraba desconsoladamente y se despedía de sus sueños: 

  • Adiós vestido, adiós vacas, adiós cerdito, adiós pollos y gallinas, adiós huevos, adiós mantequilla…, adiós sueños, adiós.



Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



Interesante el cuento de La Lechera, ¿verdad amigos? La autoría se le atribuye a Esopo, padre de las mejores fábulas que el mundo conoce, y cuya vida se sitúa en torno al año 600 antes de Cristo. 

Esta fábula ha tenido diversas versiones a lo largo de la historia y ha acabado por convertirse en un cuento infantil muy conocido por los niños.

El cuento de La Lechera, como todos los cuentos infantiles, tiene su moraleja, de la que vamos a hablar mucho, mucho…para bien y para mal.

Bien, ¿y cuál es esa moraleja? Mirad, amigos, la más extendida, la moraleja más conocida de este cuento, es la de que no hay que ser ambicioso. 


  • No hay que ser ambicioso


Eso es lo primero que se les enseña a los niños cuando se les lee el cuento. ¿Veis, niños? La Lechera era una joven demasiado ambiciosa y eso la llevó a perder todo lo que tenía.


Es mejor ser pragmático o pragmática, realista, que fantasear con tu buena suerte y quedarte, sin embargo, con las manos vacías.

La ambición de lo que tendremos en el futuro puede impedirnos disfrutar de lo que tenemos en el presente. Hay que saber agradecer lo que se tiene y disfrutar de ello.


Otro de los mensajes que se desprende del cuento es que:


  • No puedes pensar en lo qué harás con los beneficios, antes de tenerlos.


Este aspecto ha generado varias frases hechas en español, tales como:


  • No pienses en cuánto dinero gastarás, antes de haberlo ganado.

O:

  • No vendas la piel del oso antes de haberlo cazado.
  • El dinero no viene solo, hay que trabajárselo
  • Los sueños no bastan para lograr tus propósitos
  • Más vale pájaro en mano que ciento volando


El propio título del cuento es el que ha dado lugar a una de las frases que se usan comúnmente para expresar que alguien vive de ilusiones y fantasías, y no considera la realidad.

Alguien te explica sus sueños para que le des tu opinión, y tú, pragmático y realista, le dices:


  • Huy, cuidado, cuidado, eso parece el cuento de la lechera. Mira bien lo que haces no sea que tus sueños acaben por arruinar tu vida.


Eso es lo que muchos opinan de la gente soñadora, que son personas ambiciosas, poco realistas, que hacen castillos en el aire (otra frase hecha muy popular para hablar de los soñadores) sin estar preparados y sin confiar el éxito al esfuerzo y el trabajo.

No se puede soñar despierto (otra frase que oirás en estas situaciones), hay que tener los pies sobre la tierra (ésta se entiende sin problemas)


Y el tercer aspecto que se desprende de la moraleja es:


  • No desees lo que no puedes conseguir, confórmate con lo que tienes.


Si deseas lo que no puedes alcanzar, corres el riesgo de quedarte sin nada. No sueñes con imposibles que te harán sentir frustración, decepción e incluso rabia. Plantéate objetivos inmediatos y posibles y pon en ellos lo mejor de tu esfuerzo y de tu dedicación.


¿Qué os parece, amigos? ¿Es buena esta moraleja para que los niños tengan un principio de realidad bien estructurado? ¿Es lícito condenar los sueños de los pequeños, destruyendo sus fantasías? 

¿La ambición es tan mala como la pinta el cuento?

Yo creo que no.

A mí me parece que en la infancia tiene que haber un buen equilibrio entre la realidad que el niño vive y acepta a diario, y los sueños y fantasías con que alimenta sus ilusiones y su mundo interior. 

La verdad es que condenar a la miseria a la pobre Lechera, a Elisa, por un simple error de un solo día, me parece exagerado e injusto.

¿No hubiera sido más normal acabar el cuento con algo parecido a lo siguiente?


La Lechera miró toda la leche derramada y se dio cuenta de su error: ir absorta en sus sueños por el camino, moviéndose de forma peligrosa al caminar. Tan peligrosa que el cántaro con la leche se le cayó y toda la leche se derramó por el suelo, estropeándose.

Elisa se paró un momento a pensar. En lo sucesivo, mientras estuviera trabajando, no se entregaría a sus sueños. Esperaría a otros momentos de descanso del día, y entonces podría fantasear sin poner su supervivencia en peligro.

Esa idea que había tenido, le seguía pareciendo buena, aunque quizás demasiado largos esos planes de futuro. Había aprendido la lección: de momento se centraría en hacer una exquisita mantequilla, y la vendería en el mercado para ver si le gustaba a sus clientes, pero siempre conservando el cántaro de leche diario que le daban sus dos vacas, para seguir obteniendo sus beneficios diarios.

Si lograba vender durante unas semanas esa mantequilla, entonces ya pasaría a la segunda fase, a la de comprar unos pollitos para hacerlos crecer….Pero, pensó Elisa, eso lo pensaré si mi mantequilla triunfa en el mercado y obtengo beneficios extra con ella.

Después volvió a su casa, y esta vez muy atenta al camino, para no tropezar ni con las piedras ni con sus sueños.


¿Verdad, amigos, que ésta es mucho mejor moraleja que la de condenar a Elisa al fracaso total porque se ha despistado una sola vez en el camino?

Es como si los errores no tuvieran cabida en nuestra vida, cuando en realidad todos sabemos que los errores nos obligan a reflexionar, a aprender de ellos y a rectificar lo que no ha sido adecuado.

Muchos de los procedimientos educativos se basan en corregir los errores y aprender de ellos, y no en condenarlos sin más.

Por eso creo que la cosa sería no condenar a la persona soñadora, sino enseñarle a soñar con criterio

Hay que enseñar a un niño o a una niña a soñar con cosas posibles (si sueña con imposibles, la frustración será su compañero de viaje), enseñarle a dosificar los sueños, enseñarle a secuenciar un sueño o un plan, y enseñarle a poner los recursos para conseguirlo

Y al mismo tiempo, enseñarles el valor de la realidad, la capacidad para que disfruten de lo que tienen, enseñarles a valorar el presente, …en fin, que ambos aspectos harán que su evolución como persona sea mejor.

Quiero que sepáis que el título del cuento (como ya os he comentado) es una frase hecha tremendamente conocida y popular en español: el cuento de la Lechera. Si estás en una conversación explicando tus sueños o tus planes, y al otro le parecen una fantasía irrealizable, te dirá:

  • Huy, cuidado, eso parece el cuento de la lechera. A ver si te vas a quedar sin nada…

O :

  • No sé, no sé, eso parece el cuento de la lechera. Tienes que ser más realista, mantener la cabeza fría y los pies en la tierra, porque ese plan es demasiado ambicioso y puedes tener un gran fracaso.

Pero nuestra conclusión final es que tenemos derecho a soñar, a cambiar nuestras condiciones de vida por otras mejores, a perseguir nuestros sueños e intentar realizar nuestros deseos. No hay que rendirse ante el primer obstáculo. Hay que aprender a planificar el camino para conseguir nuestros objetivos, sin renunciar a nuestros más queridos sueños.


Amigas, amigos, un fuerte abrazo. Adiós.

Mayo de 2020

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