Pedro y el lobo





Pedro y el Lobo

Cuentos para el confinamiento




Hello and welcome to Spanishpodcast. I am Mercedes speaking to you from Barcelona. In our 289th episode : Peter and the wolf, we want to keep you company in this global semi-confination, in Spanish of course. So, are you a sincere person? Or on the contrary, do you usually lie when you're interested? Do you think that lying regularly can have very negative consequences for the lying person? Today, in Tales for Confination, we propose a very famous story titled Pedro and the Wolf, in which we will meet a very lying character and the consequences that his behavior brings him.


Hola queridos amigos y bienvenidos a Español Podcast. Soy Mercedes y os hablo desde Barcelona. En nuestro episodio nº 289: Pedro y el Lobo, queremos hacerte compañía en el semi-confinamiento global, en español por supuesto. A ver, ¿eres una persona sincera? O por el contrario ¿sueles mentir cuando te interesa? ¿Crees que mentir habitualmente puede tener consecuencias muy negativas para la persona mentirosa? Hoy, en Cuentos para el Confinamiento, te proponemos un cuento muy famoso titulado Pedro y el Lobo, en el que conoceremos un personaje muy mentiroso y las consecuencias que le trae su conducta.





Escuchemos este cuento popular infantil y aprendamos un montón de buen español con él.

Érase una vez un pastorcillo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de prados y suaves colinas.

Nuestro pastorcillo se llamaba Pedro. Todas las mañanas llevaba el rebaño de ovejas de su dueña hasta la colina más cercana. Allá las ovejitas comían pasto y jugaban y se movían todo el día. Y Pedro podía vigilarlas desde lo alto de la colina. 

Desde allí también veía el pueblo con sus gentes, que iban y venían, charlaban, trabajaban, se movían, reían, etc. Mientras que él, Pedro, estaba allí, en la colina, solo, aburrido, sin poder hablar con nadie, y vigilando todo el día aquellas ovejas que no le prestaban ni el más mínimo caso.

Un día, Pedro decidió hacer algo para divertirse y escapar de aquella soledad, de aquel silencio y de aquellas horas de vigilancia interminables. Se puso en lo alto de la colina y empezó a gritar:

  • ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Ayuda, que viene el lobo! ¡El lobo está atacando a mis ovejas! ¡Socorro! ¡Necesito ayuda! ¡Socorro, auxilio, que viene el lobo!

Gritó con todas sus fuerzas pidiendo ayuda y los vecinos del pueblo le oyeron.

  • Es Pedro, es el pastor, nos pide ayuda para cazar al lobo y evitar que devore sus ovejas.
  • ¡Vamos inmediatamente! ¡Tenemos que ayudarlo! Pobre muchacho…

Cogieron hoces, palas, azadas y palos, y corrieron hasta la colina para enfrentarse al lobo y ayudar a Pedro.

Pero cuando llegaron arriba, llenos de fatiga y sudor, vieron que allí no había ningún lobo. Y observaron al pastorcillo que apenas podía contener la risa al verles tan preocupados y sofocados por él. Al final, confesó:

  • Ha sido una broma. Estaba aquí solo y aburrido, y se me ha ocurrido que sería divertido haceros venir hasta aquí para charlar con vosotros.

Los aldeanos le recriminaron esta acción:

  • Pedro, todos estábamos en nuestro trabajo o en nuestras ocupaciones diarias y lo hemos dejado todo para venir a ayudarte. Lo que has hecho no está bien. Eso no se hace.

Y se marcharon todos al pueblo comentando la falta de respeto y el descaro del pastor.

Pasaban los días y Pedro recordaba con gusto la broma que les había gastado a los vecinos de su pueblo. Volvía a sentirse muy solo y aburrido, y decidió volver a experimentar esa gran sensación de ser el protagonista de algo. Aquel otro día había llamado tanto la atención que se sintió muy importante al ser el personaje del que todos hablaban. 

Y ni corto ni perezoso volvió a hacer lo mismo. Noo, sus vecinos no se enfadarían. Tenían mucho sentido del humor. Le comprendían. Sabían que hacía una broma sin mala intención, sólo para no aburrirse tanto.

Se puso en pie y empezó a gritar:

  • ¡Socorro! ¡Auxilio!¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡El lobo ataca mi rebaño y se come las ovejas! ¡Necesito ayuda! ¡De verdad! ¡Socorrooo! ¡Ayudaaaa! 

Los aldeanos volvieron a salir a la plaza del pueblo y dijeron:

  • Pedro está en apuros. No puede ser una broma. No gritaría de esa manera si fuera una broma. Tenemos que ayudarle. Vamos corriendo a la colina. El rebaño de ovejas está en peligro.

Volvieron a coger las palas, las azadas, las hoces y los palos, y salieron corriendo hacia la colina.

Cuando llegaron, Pedro ya ni siquiera se molestaba en disimular. Se reía y se reía, y las carcajadas eran cada vez más escandalosas.

  • Ja ja ja ja…Habéis venido todos otra vez. Soy importante para vosotros, eh. Huy Jacinta, que colorada tienes la cara de tanto correr…, ja ja ja ja…Y usted, señor alcalde, ha venido en camiseta, ha salido de casa sin vestirse…Ha sido una broma, pero sin mala fe. Estaba muy solo y aburrido y he querido divertirme un poco.

Los vecinos, tremendamente enfadados, le dijeron:

  • Pedro, esto que haces está muy mal. Somos gente mayor, dejamos todo lo que estamos haciendo para venir hasta aquí con gran esfuerzo. Y tú te dedicas a tomarnos el pelo y a mentir para pasar un rato de risa a costa nuestra.
  • Esto está muy mal, Pedro. Eres un mentiroso y cuando  nos necesites de verdad, no vendremos porque ya sabemos que eres capaz de mentir con tal de pasártelo bien.
  • No vuelvas a burlarte de nosotros. Invéntate otro entretenimiento, pero no cuentes con nosotros.

Pedro se dio cuenta de que los vecinos se habían enfadado, pero pensó que ya se les pasaría, que no era para tanto.

  • Bueno, no os lo toméis así, pensad en lo solito que estoy aquí arriba y en lo largo que se me hace el día mirando a las ovejas.

Pasó el tiempo. Pedro pensó que, de momento, no volvería a tomarles el pelo a los aldeanos y a divertirse a su costa. Esperaría un poco para no enfadarles más.

Pero mientras pensaba eso, oyó un rugido feroz tras un árbol, miró y vio a un enorme, peludo y feroz lobo que miraba las ovejas con la clara intención de comerse unas cuentas.

Esta vez, Pedro, el pastor, dio un salto y se puso a gritar muy, muy asustado y a pleno pulmón:

  • ¡Socorro, socorroo, ayuda, ha venido el lobo, el lobo está aquí y está atacando a las ovejas! ¡Necesito ayuda, por favor, venid a ayudarme, el lobo está devorando a mis pobre ovejitas! ¡Auxilioo, ayudaaa! ¡Corred, corred, el lobo se ha comido ya dos ovejas! ¡Socorrooo, ayudaaa! ¡Venid!

Mientras tanto los vecinos se reían de Pedro y continuaban todos en sus ocupaciones.

  • Este pastorcillo es un tonto. Cree que puede engañarnos siempre que le apetezca. Hoy no iremos ninguno de nosotros y él aprenderá la lección. Al ver que no vamos, dejará de hacer esta pesada broma y se inventará algo nuevo para distraerse.

Al cabo de un rato, Pedro, apareció por la entrada del pueblo con las ropas destrozadas, algunas ovejas heridas y llenas de sangre, y llorando sin consuelo.

Faltaban además dos ovejas del rebaño, por lo que sus convecinos se dieron cuenta de que el lobo había atacado el rebaño y había hecho estragos entre las ovejas.

Pedro, con la mirada llena de rencor, se dirigió a ellos:

  • ¿Por qué no habéis venido cuando os pedí ayuda a gritos? El lobo nos ha atacado y ya veis cómo está el rebaño. Se ha comido dos ovejas y ha herido a unas cuantas.

Una de las mujeres del pueblo se dirigió a él de esta manera:

  • No hemos ido, Pedro, porque ya no confiamos en ti. Nos has mentido dos veces sin ningún remordimiento. ¿Por qué íbamos a pensar que esta vez era verdad? Has sido muy mentiroso y hemos perdido la confianza en ti. Aprende la lección de lo que significa decir mentiras. Nadie cree a un mentiroso, ni siquiera cuando dice la verdad.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.


De nuevo, amigos, una fábula de Esopo de la que se han hecho decenas de versiones que han derivado en otros tanto cuentos infantiles. De éste se extraen dos importantes lecciones. 

En primer lugar, tenemos un pequeño personaje, Pedro, el pastor, el pastorcillo, que se aburre como una ostra haciendo su trabajo, trabajo que consiste en cuidar un rebaño de ovejas durante todo el día, en lo alto de la colina cercana a su pueblo.

Es un chavalito joven que, obviamente, necesitaría otros estímulos y otras distracciones para ocupar su tiempo. Pero en el pueblo las cosas eran como eran, la  vida era dura y había que trabajar para ganarse el sustento. Por eso Pedro cuidaba el rebaño de ovejas de sol a sol y ganaba sus dineretes para ayudar a su madre. Pero se aburría, se sentía solo y observaba a sus convecinos del pueblo charlar, reír, andar para aquí y para allá, trabajando, pero sin aburrirse tanto como él.

Por eso un día se decidió a llamar la atención de los lugareños porque necesitaba ser importante para ellos, que se dieran cuenta de que él, Pedro, estaba allí y los necesitaba.

Pero lo que se le ocurrió fue llamar su atención con una mentira. Llamó la atención de los pobladores del pueblo engañándoles, asustándoles, obligándoles a correr hasta la montaña para salvarle, a él y a sus ovejas, a las que creían en grave peligro.

Pero llamar la atención de los otros de manera abusiva o inapropiada, sólo conlleva que los otros acaben por tener una mala opinión de ti.

Todos conocemos gente que es así, un tanto exhibicionista, un poco histriónica, que necesita que los demás estén pendientes de ellos. Gente que llama la atención de los otros de mil maneras, con tal de ser el centro de atención, el foco al que todo el mundo mira, el protagonista de la fiesta.

Si una persona llama la atención ocasionalmente, no pasa nada. Pero si es una actitud constante, casi patológica, acaba por ser una persona pesada, molesta a veces, que hace muchas de las cosas habituales para llamar la atención. 

Hay gente que actúa así todo el tiempo, gente que sobrerreacciona o sobredramatiza todo lo que le pasa. Es como si cada pequeño y normal suceso de su vida tuviera que ser escuchado por todos como el gran acontecimiento, y eso de manera habitual y constante; y en todas las áreas de su vida cotidiana. 

Hablamos del típico sujeto que necesita ser el alma de la fiesta, el protagonista de la reunión social, el invitado más entretenido al que todos reclaman, el más divertido, el más gracioso…El problema es que como eso le reporta satisfacción, llega a comportarse así siempre, en las fiestas, en casa, en el trabajo, etc., convirtiendo su vida en un circo insoportable. 

La persona que es así, vive pendiente de la opinión de los demás, vive pendiente de caerle bien a todo el mundo, de que todos le digan que es fantástico, que es único, que lo adoran y que no pueden hacer nada sin él. 

Sin embargo, cuando viene una situación seria, puede que no cuenten con él y que eso le provoque una profunda amargura o un estado de tristeza y frustración considerable. Algunas personas no han entendido que la Tierra gira alrededor del sol y no de ellas. 

Por tanto, ésa es la primera moraleja del cuento de Pedro y el Lobo: no llames la atención de los otros para sentirte protagonista, para ser el centro de atención, para que te hagan caso, para que estén pendientes de ti. Y sobre todo no llames la atención con mentiras y engaños. Sé sincero y confía en tus propios medios, normales y honestos, para tener la amistad o la compañía de los demás. 

Pero…, lo dicho, sobre todo no mientas para llamar la atención o para reírte de los demás porque eso te acabará pasando factura. No todo sirve para captar el interés de los demás. La atención no se ruega; si no eres la prioridad de una situación, no lo eres y punto.

La segunda moraleja de nuestro cuento de hoy es que no se debe mentir. La mentira no debe ser un recurso en tu vida.

En este cuento se realza el valor de la sinceridad y de la honestidad. Cuando alguien miente de manera habitual, los otros acaban por no tenerle confianza, por no creerle, incluso cuando dice la verdad.


El pastor, a base de mentir groseramente a sus convecinos, llega a provocar en ellos una gran desconfianza, perdiendo toda credibilidad ante sus ojos.


El pastor aparece como un personaje bromista y mentiroso, que practica la mentira para divertirse, para sentirse acompañado y para llamar la atención de los demás sobre su situación de soledad y aburrimiento. Pero utiliza el peor de los métodos: la mentira, el engaño. Y no lo hace una sola vez para ver qué pasa. Lo hace continuadamente y eso es lo que provoca la desconfianza de sus convecinos, incluso el día que pide socorro de verdad. 

Son varios los refranes en español sobre la mentira, algunos de ellos muy bonitos, como por ejemplo:

  • En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.

Es como decir que lo que dice el mentiroso, nos plantea dudas.

O este otro:

  • Se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo.


Imagínate: si tu ves a un cojo, a una persona que tiene una pierna mal y tiene que andar de manera especial por ello, pues lo ves y sabes inmediatamente que es cojo. Bueno, pues un mentiroso suele caer en contradicciones al mentir que hace que lo pilles incluso antes que a un cojo. Es decir, la mentira suele tener incoherencias que la hacen tambalearse y no sostenerse en pie.

Este refrán conecta con otro muy gracioso que dice que:

  • Las mentiras tienen las patas muy cortas

En el sentido de que no tienen recorrido porque suelen descubrirse solas.

Así es que, estas dos son las moralejas de Pedro y el Lobo: nunca hay que mentir para llamar la atención, ni para burlarse de los demás. Las mentiras tienen las patas muy cortas y te harán perder credibilidad, además de anular la confianza que los otros tenían en ti.


Amigas, amigos, un fuerte abrazo. Adiós.

Mayo de 2020

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